¿El sol saldrá?
¿La luz entrara por la venta? ¿Hay alguna ventana en esta habitación? ¿Cuánto durara
la luz de esta vela? Y más importante que todo, ¿Dónde estoy y que hago aquí?¨
Estoy en
una habitación lejos de estar oscura, pero sé que como todo, la luz de la vela
se acabara. Hay una cama, una silla y una mesa. En la mesa varias hojas, una
pluma y un libro con mi nombre. El libro me asusta, no sé por qué. Evito
mirarlo, así como la luz evita tocarlo. Es un libro negro con mi nombre en
dorado, no parece ser muy largo y mucho menos parece ser un libro normal.
No lo
quiero leer, prefiero dormir y ver que me depara el mañana y en caso de no
haber un mañana, pues para que prolongar lo inevitable con algo que está lejos
de causarme placer.
Y desperté,
no sé qué hora es, no sé si dormí, no sé si es una vela nueva, de lo que estoy
seguro es que el libro se ve diferente. Siento la presencia de un libro que me
asusta por lo que puede decir, y si eso no es lo que me causa temor, pues esta será
mi última lectura.
“Huyes de tu nombre,
Te niegas a ti mismo
El camino te es más suave de repente,
Pues tus muertos lo amortiguan.
Y la deshonra caerá sobre ti,
Mientras no admitas tu nombre
Mientras tu apellido sea una carga
No mereces descansar.
Y sufrirás lo mismo que ellos
Aunque ellos ya no sufran
Y vivirás lo que ellos no,
Para que ellos nunca mueran
Y sentirás lo que ellos no
Porque los muertos ya no sienten.
Y la luz te dejara
En un ave de colores
Y en donde ella ya no alumbre
Nada más ha de crecer.
Tus botas malditas te llevaran,
A donde el sol no nazca
Y tu alma maldita será
La vela triste que se apaga
En el vacío al que escapas
Cuando niegas tu nombre
Al cobarde que se esconde
No se le debe llamar hombre.”
Y así fue.
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